El sabio y el barquero
Había un río tan ancho que no se podía construir un puente para cruzarlo. Por eso en sus orillas se había instalado un barquero que, a cambio de unas miserables monedas, ayudaba a los viajeros a atravesarlo.
Una vez, un letrado muy importante, cargado de libros y de diccionarios, tuvo que recurrir a sus servicios. Mientras su cliente subía a la barca, el barquero le dio la bienvenida y empezaron a charlar de unas cosas y otras.
El sabio en seguida se dio cuenta de que el barquero no era erudito y no dominaba la gramática.
-Dime, amigo- le preguntó. ¿Has ido alguna vez a la escuela?
-No- le respondió el barquero, y continuó remando.
-Entonces, amigo mío, has perdido media vida.
El barquero se sintió muy humillado pero no respondió nada a su eminente pasajero.
Cuando la barca llegó al centro del río, una corriente rápida la volteó y los dos hombres cayeron al agua, a bastante distancia uno de otro. El barquero vio que el sabio se debatía en un intento de no ahogarse.
-¿Aprendiste a nadar, maestro?- le preguntó a gritos.
-No- respondió el sabio mientras seguía luchando con la corriente.
-Entonces, amigo mío, has perdido toda tu vida.
Había un río tan ancho que no se podía construir un puente para cruzarlo. Por eso en sus orillas se había instalado un barquero que, a cambio de unas miserables monedas, ayudaba a los viajeros a atravesarlo.
Una vez, un letrado muy importante, cargado de libros y de diccionarios, tuvo que recurrir a sus servicios. Mientras su cliente subía a la barca, el barquero le dio la bienvenida y empezaron a charlar de unas cosas y otras.
El sabio en seguida se dio cuenta de que el barquero no era erudito y no dominaba la gramática.
-Dime, amigo- le preguntó. ¿Has ido alguna vez a la escuela?
-No- le respondió el barquero, y continuó remando.
-Entonces, amigo mío, has perdido media vida.
El barquero se sintió muy humillado pero no respondió nada a su eminente pasajero.
Cuando la barca llegó al centro del río, una corriente rápida la volteó y los dos hombres cayeron al agua, a bastante distancia uno de otro. El barquero vio que el sabio se debatía en un intento de no ahogarse.
-¿Aprendiste a nadar, maestro?- le preguntó a gritos.
-No- respondió el sabio mientras seguía luchando con la corriente.
-Entonces, amigo mío, has perdido toda tu vida.
3 comentarios:
Las enseñanzas de la vida siempre están ahí, tomemos el camino que tomemos siempre están ahí, solo hay que estar abiertos a recibirlas.
Muy bonito cuento... como todo.
Un abrazo.
ja,ja...muy bueno.
Un abrazo para vosotros...
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