Cuento de Oriente Medio

El sabio y el barquero

Había un río tan ancho que no se podía construir un puente para cruzarlo. Por eso en sus orillas se había instalado un barquero que, a cambio de unas miserables monedas, ayudaba a los viajeros a atravesarlo.
Una vez, un letrado muy importante, cargado de libros y de diccionarios, tuvo que recurrir a sus servicios. Mientras su cliente subía a la barca, el barquero le dio la bienvenida y empezaron a charlar de unas cosas y otras.
El sabio en seguida se dio cuenta de que el barquero no era erudito y no dominaba la gramática.
-Dime, amigo- le preguntó. ¿Has ido alguna vez a la escuela?
-No- le respondió el barquero, y continuó remando.
-Entonces, amigo mío, has perdido media vida.
El barquero se sintió muy humillado pero no respondió nada a su eminente pasajero.
Cuando la barca llegó al centro del río, una corriente rápida la volteó y los dos hombres cayeron al agua, a bastante distancia uno de otro. El barquero vio que el sabio se debatía en un intento de no ahogarse.
-¿Aprendiste a nadar, maestro?- le preguntó a gritos.
-No- respondió el sabio mientras seguía luchando con la corriente.
-Entonces, amigo mío, has perdido toda tu vida.

3 comentarios:

Jose Mari Carrillejo dijo...

Las enseñanzas de la vida siempre están ahí, tomemos el camino que tomemos siempre están ahí, solo hay que estar abiertos a recibirlas.
Muy bonito cuento... como todo.
Un abrazo.

paloma dijo...

ja,ja...muy bueno.

NATALIA dijo...

Un abrazo para vosotros...

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